Los edificios enfermos producen graves trastornos de salud
Hongos, virus, bacterias, esporas: un sinfín de diminutos enemigos acechan a diario y pueden provocar graves enfermedades entre quienes trabajan en oficinas contaminadas.
El Síndrome del Edificio Enfermo, uno de los males de la modernidad, tiene su razón de ser en el deficiente mantenimiento de los conductos de aire y en la utilización de limpiadores con agresivos compuestos químicos. Tomar conciencia de que existen es un primer y fundamental paso para combatirlos.
El acelerado desarrollo de la civilización trae aparejado efectos no queridos, como el desarrollo de nuevas patologías, muchas de ellas en el ámbito laboral. El Síndrome del Edificio Enfermo, tal es la denominación que le da la Organización Mundial de la Salud (OMS), es uno de esos nuevos males que tiene su razón de ser en un deficiente mantenimiento de los lugares de trabajo, por la mala ventilación, la presencia de hongos y bacterias, gases y productos químicos contaminantes o un deficiente mantenimiento de los equipos de ventilación y aire acondicionado.
Estas afecciones suelen causar problemas pasajeros, como mareos, vómitos o dolores de cabeza, pero también son los causantes de graves afecciones respiratorias y cardíacas entre quienes deben permanecer muchas horas en estos ámbitos contaminados.
Buena parte de estos malestares los provocan bacterias, hongos y partículas que se concentran en aquellos sistemas de ventilación que no son higienizados en forma periódica o carecen de un mantenimiento adecuado.
Los especialistas pudieron determinar que también la concentración desmedida en el aire de monóxido de carbono o del dióxido de carbono, junto con compuestos volátiles orgánicos y formaldehído (producto derivado del petróleo que interviene en la fabricación de papel), contribuyen a la aparición de serios trastornos respiratorios.
Cualquier edificio puede convertirse en un peligro y para ello deben darse una combinación de causas determinadas, aunque las modernas estructuras son generalmente las más proclives a enfermar y contagiar sus moradores.
Mal comienzo
El concepto de edificios enfermos surgió hace años a raíz del ataque de una bacteria que provocó que enfermaran más de 200 personas y que murieran 34 a raíz de un congreso que se desarrollaba en un hotel estadounidense.
Los especialistas descubrieron poco después que se trataba de una bacteria que anidaba en los conductos de aire acondicionado del hotel.
La Legionela, tal es el nombre con que se la conoció desde entonces, causa cefaleas, irritación en los ojos, sequedad de garganta, mareos, náuseas y somnolencia y, en casos excepcionales como el que permitió descubrirla, la muerte.
Un documento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) establece normas que regulan la renovación de aire, tanto en forma natural como artificial, de oficinas y otros espacios donde exista gran concentración de trabajadores.
Se establece así para una adecuada ventilación debe introducirse entre 30 y 40 metros cúbicos de aire puro por hora y por persona y según el clima local.
La mayoría de los habitantes urbanos pasa el 90% del día en interiores, y entre el 15 y 20% de los empleados de oficinas padecen regulares dolores de cabeza, según especialistas en higiene ambiental para la elaboración de este informe.
Abrir las ventanas tampoco es la solución, como se comprobó en un reciente estudio, ya que el monóxido de carbono emanado de los vehículos y transportes colectivos también está esperando su oportunidad en las calles.
La invasión invisible
Sin duda, el mal estado de la estructura de aire acondicionado es uno de los mayores factores de riesgo y principal causante del Síndrome del Edificio Enfermo.
Las tuberías son un criadero de microorganismos, ya que al estar a temperatura constante, con condiciones estables de oscuridad y humedad, configuran un verdadero paraíso para estos asesinos casi invisibles.
Cuando el sistema se pone en funcionamiento, la invasión es total: toda la oficina se convierte en tierra tomada y sus ocupantes respiran, sin saberlo, esporas, bacterias, virus y más de 28 clases diferentes de hongos.
El resultado comienza a evidenciarse con la inflamación de las mucosas, infección en las vías respiratorias, conjuntivitis y el ahogo de descompensaciones por sequedad del aire.
Claro que existen peligros mayores que tienen que ver con la diseminación de productos más peligrosos y que también forman parte de la misma estructura del edificio, como las fibras de amianto, la lana de vidrio y el mismo cemento, que desprende polvillo.
Buscando soluciones
La solución para este rosario de pálidas, que en principio sólo parece justificar la actitud de aquellos individuos que hacen de la vagancia su filosofía de vida, existe y es de aplicación concreta.
El paliativo que aconsejan los especialistas consiste en una periódica limpieza de filtros y controles de las condiciones atmosféricas (grado de humedad, temperatura y renovación del aire acondicionado), como también el análisis de gases nocivos o microorganismos en las tuberías.
En el ámbito local existen varias empresas que se dedican al mantenimiento y limpieza de conductos de aire. Una de ellas la limpieza automática de conductos de aire.
Se inspeccionan los conductos monitoreando el grado de suciedad que existe en su interior y tomando diferentes muestras a través del Micro Flora Test.
Ya con la evaluación hecha, los técnicos penetran nuevamente en el conducto y emplean el bactericida correspondiente al grado de contaminación que habían medido, limpiando, saneando y desodorizando todo el sistema.
Principales contaminantes en el ámbito laboral
Hongos — 33%
Polvo transportado por el aire — 29%
Humedad baja — 26%
Bacterias patógenas — 10%
Formaldehídos — 7%
Escapes de gases — 5%
Compuestos orgánicos volátiles — 4%
Humedad alta — 3%
Fibra de vidrio — 3%
Ozono — 2%
Otros — 4%
Una vez finalizada la tarea se vuelve a hacer otra inspección para cerciorarse si la limpieza fue todo lo completa que el caso requiere y prevenir la persistencia de focos contaminantes que puedan volver a reiniciar el proceso que se combate.
Fuera de los tubos de ventilación, también existe peligro de contaminación por la presencia de formaldehído en el ámbito laboral, sustancia que está presente en la pintura, los desinfectantes, la tapicería, los revestimientos, aglomerados y materiales sintéticos en general.
Los efectos que causa se circunscriben generalmente a las alergias, las cefaleas, náuseas y vómitos.
Existen no obstante productos de limpieza libres de aldehídos y emanaciones, cuya utilización reduciría mucho la serie de trastornos que provocan los limpiadores tóxicos. Soluciones, como se verá, existen y de una variada gama. Claro que lo principal en estos casos pasa por el grado de conciencia que se tenga frente al problema. El ámbito de trabajo puede convertirse en un diminuto zoológico poblado de un sinfín de pequeños asesinos. Es cuestión de tomar precauciones y no abrirles las puertas.
Fuente: ficha técnica ITEL
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